Cuando oímos hablar de la influencia del cine en nuestras vidas, es fácil que se asome un ánimo escéptico: ¡Otra vez la visión sensacionalista de Hollywood!
Ciertamente, el cine ha actuado siempre, desde sus orígenes,
como un modelo conformador de actitudes y estilos de vida, como un espejo
en el que todos nos miramos para decidir nuestros modelos y nuestras pautas de
comportamiento a partir de una determinada percepción de la realidad.
Existe en el cine una manipulación
inconsciente que recibimos muchas veces con agrado. Esta manipulación se
relaciona con el hecho que muchas veces nos identificamos más dentro de las
películas que en nuestra propia realidad. Esto quiere decir que podemos
sentirnos más identificados con el dolor o la muerte de un personaje agonizante
que si viéramos a un enfermo en una sala de emergencia real.
El espectador siente una afinidad
emocional con los personajes, que lo lleva a imitar la actuación. Esta
imitación se funde en la proyección, la persona quiere vivir su vida de acuerdo
a cómo cree que la vive su estrella favorita, copiando formas de vestir,
peinados, actitudes, apariencia y forma.
Esto se puede apreciar en los
jóvenes, quienes otorgan más autoridad epistemológica (conocimiento de la
realidad) y más autoridad deontológica (cómo debería ser la realidad) a las
películas que a las clases de ética y de moral en la escuela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario